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La lucidez de José Saramago

El escritor José Saramago presentó Mis Pequeñas Memorias. (LA PRENSA/AP)
Por Amalia Morales

En silencio José Saramago es un anciano, largo, enjuto, calvo, que usa gafas y trajes de colores claros, pero que mantiene una mirada serena que se clava en el interlocutor. Cuando habla, Saramago demuestra una mente ágil, muy lejos de ser un hombre senil. Está bien enterado del mundo en el que vive, y sobre todo preocupado por entenderlo, como lo ha plasmado en sus diferentes novelas y ensayos.

“Creo que pensar es la finalidad del ser humano”, dijo Saramago, uno de los escritores vivos más importantes de las letras contemporáneas, en ocasión de la rueda de prensa que ofreció en Bogotá, adonde llegó para cumplir con varios propósitos: presentar su libro autobiográfico Mis Pequeñas Memorias, lanzar la fundación que lleva su nombre y que estudiará su obra, y participar en la tertulia Elogio a la Lectura junto a la escritora colombiana, Laura Restrepo.

La visita de Saramago a Bogotá no pasó inadvertida. Tres días antes se habían agotado las más de dos mil entradas para ver su tertulia con Restrepo en la sala del teatro más importante de la capital. Y durante dos días, en la radio y la TV repican sus declaraciones sobre el conflicto colombiano. “Colombia debe parir a sus muertos”, “la sociedad colombiana debe perder la paciencia”, “creo que la solución al conflicto de este país no es militar”. Son algunas de las frases que fue soltando azuzado por las puyas periodísticas.

Con Laura Restrepo, la ganadora del premio Alfaguara por su novela Delirio, Saramago discutió sobre literatura, política y de la vida. El Premio Nobel de Literatura (1998) cree que lo último que el ser humano debe perder no es la esperanza, sino la dignidad. “Lo último que se pierde es la dignidad”, dijo, y recordó que es un tema en el que ha ahondado a lo largo de sus novelas.

VIAJE AL PASADO

De sus “pequeñas memorias”, cuenta que se trata de un regreso a los primeros años de su vida, a los tiempos en que era un niño descalzo y pobre, que fue criado por unos abuelos analfabetos. “Quería entender de dónde salió este hombre, y para entenderlo, tenía que volver a los pasos del niño que fui”, explicó Saramago a un auditorio conmovido por sus palabras.

Aunque el escritor dijo que odia construir frases y predicarlas como si se tratara de máximas literarias, en las dos horas largas de charla con Restrepo, confeccionó perlas inolvidables para los asistentes. Cuestionado sobre el tema religioso, se ratificó como comunista y ateo, y dijo que si “en el mundo hubiera más ateos sería más pacífico”.

Consultado sobre la democracia, un tema que el escritor ha abordado en obras como Ensayo Sobre la Lucidez, dijo que la democracia que se practica ahora es una falacia, que se ha tergiversado de su sentido original, y días antes, declaró a un diario local que la izquierda de ahora es estúpida.

En esa misma dirección, confesó que no ve un futuro alentador para el mundo ni para Colombia. “Creo que va peor”, dijo, y aclaró que “puedo parecer pesimista, pero no soy yo, es el mundo el que está pésimo”.