
Vivir espiritualmente significa estar dispuesto a abandonar los miedos y soltar todo aquello a lo estamos encadenados; elegir perdonar cuando hay motivos para la molestia, elegir la paciencia cuando nos consuma el coraje, o elegir la buena fe cuando el dolor nos inunde.
Por consiguiente, lo que se dice fluir con la vida, actuando con tolerancia y compasión es vivir espiritualmente. Una vida espiritual se encamina a vivir más allá de los pequeños egoísmos de cada uno, dejando de buscar respuestas que nos brinden la seguridad.
Es difícil, pero no imposible. La idea es estar en ello cada vez que podamos y, sobre todo, perseverar, nunca darnos por vencidos.