La izquierda afirma que la criminalidad como problema social
tiene su origen en el surgimiento de la propiedad privada y la división de la
sociedad en clases con intereses distintos y antagónicos. Se crea pues el Estado para defender con
leyes, cárceles, policías y otros mecanismos los privilegios de las clases
dominantes sobre la mayoría de la sociedad. Así pues, la izquierda lucha por una sociedad
más justa y libre de la explotación como necesidad para la misma.
Sin embargo, según Foucault, desafiar políticamente al
capital y a su Estado es solo un reflejo del poder que se quiere derrocar. Lo que lleva por el rumbo del derrotismo y la autocompasión,
cuando no la indiferencia. Provoca además
una actitud de lamento que recuerda a Rousseau, y, a la inversa, una actitud “realista”
de obtener poder a como de lugar.
Por tanto, vemos como dichos extremos se tocan. Mientras, según cual ciclo económico, cada
recurso primario – o extremo, según se mire – va adquiriendo un relativo poder
con respecto al otro.
Ya el fundador de la economía Adam Smith advertía que "herir
los intereses de una clase de ciudadanos, aunque sea ligeramente, sin otro
objeto que el de favorecer a los de otra clase es evidentemente contrario a esa
justicia, a esa igualdad de protección que el soberano debe indistintamente a
sus súbditos, sea cual sea su clase".
Y es que para muchos es muy difícil decir no cuando la censura es
liberal, la demanda fuerte y la competencia escasa. Situación tan anormalmente favorable que
transmite cierta sensación de normalidad.